Ibiza está en Pozuelo

"Crónica de una muerte anunciada" podría ser el título de un sábado cuyas pinceladas de fiestón y desmadre evolucionaron en inmisericordes cubos de pintura arrojados a discreción sobre las paredes de nuestra conciencia. Llegamos Pablito y yo a aquel chalet de pozuelo, de la mano de Marcelo, a las 16:30 hora waikiki. "Fiesta hawaiana", nos habían advertido, asi que nuestra indumentaria combinaba alegres camisas estampadas con vivas y horteras flores de colores solapando bañadores de la misma guisa y pantalones piratas blancos que acabaron como el tizón. Cuando atravesamos la entrada, una mirada con parte de complicidad y otro tanto de incredulidad se intercambió entre los tres mosqueteros: era el mismísimo averno. Un espacioso garaje transformado sin complejos en garito sin parangón, con barras, dj, bafles de cientos de watios y varias docenas de almas abandonando su seriedad y su integridad física y psíquica en el mismísimo umbral de la puerta. Sin cancerbero que nos avisara de lo que se cernía sobre nosotros, nos infiltramos entre las almas impuras y corrompimos nuestra ínfima proporción de inocencia a base de vodka-limón, como si en el súmum del pecado fuéramos a llevar una penitencia cuyo sabor nos hacía sentir un inexplicable hormigueo de excitación prohibida . Soldados en pie de guerra, el casco del álbum "boy" de U2, féminas de belleza prohibitivamente tentadora, nuevos colegas, choques de manos, borrachos, desconectados, conectados, conexiones y desconexiones de la mesa de mezclas, todo aquello se entrelazaba sin un ápice de control ni ética elemental a la cual abrazarse para no caer en el más absoluto pleno de los 7 pecados capitales.

Y allí estuvimos hasta las 3 de la mañana, 12 horas de fiesta sin parar de liarla como jodidos perros, ladradores y mordedores, al ritmo del electrohouse y el moskovskaya, pasando como un tornado por encima de una de las mejores fiestas de mi vida al compás de la noche pasando por encima de nosotros. Fin de noche en avda de Europa donde el cansancio tan solo nos permitió apoyarnos en una barra para tomar aire y resoplar como caballos ganadores.

Solo diré una cosa más: a la próxima, no dudaré en repetir. Porque amigos, con fiestas como esta, la geografía se torna difusa y empiezo a plantearme si, en verdad, Pocholo es un insincero e Ibiza está en Pozuelo...